martes, 5 de septiembre de 2006

Tócala otra vez, Chan...


- ¿Sí?
- Buenas tardes. Por favor, ¿I Yien Chiang?
- Sí, yo.
- Hola, me llamo Gato y le llamo porque soy amiga de Gurú y Guruchorvo, y me han recomendado varias veces que vaya a verle y… bueno, era para ver si me podía atender.
- Sí, ¿Cuándo quiele vení?
- Pués, no sé… En principio no tengo problemas… dígame usted cuándo tiene disponibilidad, si eso…
- ¿Puele vení sábado a la sinco?
- Sí, por mí perfecto. ¿Me puede indicar cuál es la calle? Es que no he ido nunca.
- Sí, eto etá en Manacó. Entla po la calle de tlen, pasa tlen, y cuando llega semafolo, detlá semafolo tuelse iqqiedda, po Avenila Tolent, y sigue, y ya llega a iqqiedda, en la calle Pale Andlé Edande. Pale Andleu, en mallolquí.
- Vale, apunto: paaadree andreeuuu…- escribo “edande” y pienso que ya averiguaré en el plano de Manacor el apellido del fraile en cuestión- ¿qué número?
- Númelo cualentatlé.
- Vale. ¿Mañana a las cinco entonces? ¡Muchas gracias!

Era viernes y ya no podía con mi alma. No puede ir uno por la vida arrastrándose con la lengua como una alfombra. Total, como mínimo es un masaje y es relajante...

Al día siguiénte me llevo a Jeta y por la carretera nos encontramos a todos los tontos y los lentos (deciden salir cuando saben que yo cojo el coche). Encuentro la calle sin dificultad: avenida del tren, luego Torrent y Padre Andreu Fernández, y llegamos a la consulta de Chan. Llamamos a la puerta y nos abre un chino (Gurilandia puede aclarar el origen exacto de Chan); hombre menudo de pelo negro, encrespado, como todos los asiáticos. No sé que edad puede tener, pero Gurú me dijo una vez que bastante más de la que aparenta. Me hace quitar los zapatos y me pregunta qué me pasa. Mientras le comento que estoy muuuy cansada y que me duele la espalda, aunque no se trata de contracturas musculares, me mira repetidamente las piernas girando a mi alrededor. De repente se agacha y me coge un tobillo.

- Tiene mal pié.
- ¿Eh?
- Tiene mal en pié. ¿Puele quitá eso?- señala rápido mi tronco. Debía de tener cara de “no me estoy enterando” porque hizo una amago de quitarse su propia camisa.
- ¡¡Ah, vale!! ¿Me quedo en ropa interior?
- Sí- y sale.

Jeta sonríe y se sienta en el banco que hay al lado. Las dos estamos medio risueñas, a la expectativa. A lo largo de toda la intervención, después de regresar Chan, nos miramos y sonreíamos como dos gilipollas, levantando las cejas.

Chan entra de nuevo y me hace sentar en una silla. Empieza a masajearme-rascarme en la cara, cuello, cabeza, hombros y parte alta de la espalda y el pecho. Yo contenía la risa. Supongo que me había hecho a la idea de que la digitopuntura era bastante más estática, pero Chan es como un ejército de bichos (tiene las manos llenas de dedos) que te invaden con gestos nerviosos, aunque exentos de agresividad. Te inserta los dedos en varios puntos del cráneo, en las cuecas de los ojos, y otros “agujeros” estratégicos. Te frota las orejas, y hace como un rascado de adelante a atrás en el cuello y en el cuero cabelludo, recordándome cuando era pequeña y el baño en mi casa era como una cadena de montaje. Ras-ras-ras, y otro niño limpio.

Después me hace levantar y me pide que me ponga en la camilla. Antes de que llegue vuelve a tocarme una pierna.

- Tu sabe que tiene letensión de líquido, ¿mmh?
- Sí, tengo mala circulación.

Chan asiente mirando al suelo y, mientras, me pongo en la camilla. Miro a Jeta, que presencia el espectáculo divertida. A continuación y para resumir, diré que Chan me tocó en una hora más de lo que Jota me ha tocado en los últimos tres meses. Lástima que fuera pagando, porque la situación tiene su con qué.

Masajeando la pierna; se detuvo con ahinco en una variz en el gemelo: está tan dedicado que me incorporo un poco para curiosear. Él me mira y me dice:

- Eta valí no tiene enelgía. Tá vasía, no tiene nada de enelgía. Pol eso tú cansada. Yo no puele quitá valise; o sí, pelo... ¡uff!- hace un movimiento circular con su mano hacia arriba- talda mucho tiempo…
- De todas maneras no importa. Mis padres tienen mala circulación los dos, y si tú me las quitas me saldrán otras nuevas.

Chan me mira muy serio.

- Pala nosotlo no cuenta eso. Pala nosotlo valí sale polque tiene mal cuelpo inteliól. Cuando cuelpo inteliól tá mal, salen valise, o duele, o poblema en otla palte. Yo, pala culá doló de ahí - señala mi espalda- tengo que tlabajá todo punto de cuelpo, pala poné bien cuelpo inteliol.
- Nada, hombre, tú trabaja lo que consideres oportuno-y me tiendo de nuevo en la camilla, sonriendo a Jeta.

Chan sonríe y continúa. El momento en el que- aún advertida por Gurú- me quedé azoradilla, fue cuando medio me bajó las bragas. Es que, de los 86 puntos que te tiene que trabajar, uno está justo al final de la columna, allí donde la espalda pierde su casto nombre. Y cada vez que bajaba la columna terminaba exactamente ahí. A fuerza de médicos, ginecólogos y similares acabaré por despelotarme delante de cualquiera sin ningún tipo de reparo.

Al final se aleja de la camilla y sonriendo dá una palmada al aire y dice:

- ¡¡Ya tá!!

Si no lo viera físicamente, juraría que me habla el señor Miyagi de Karate Kid. Lo juro, igualito.

Ya vestida, salgo con Jeta, que lo ha observado todo. Le pregunto a Chan cuándo he de volver y entonces me explica:

- Tú vuelve tlé vese seguida, una cada chemana, depué puele vení cada má tiempo, o – encoge los hombros con las palmas en alto y vueltas hacia mí- depué si quiele deja Chan…

Sonrío, y le pido cita para volver en una semana.

Epílogo: Esa misma tarde volví a casa y limpié el cuarto de baño de arriba a fondo, Jeta y yo nos duchamos y fuimos al restaurante. El domingo dormí hasta las doce de la mañana. Cuando me levanté, limpié mi dormitorio, el de invitados y Jeta me ayudó con el suyo, en profundidad. A lo largo del día y hasta las 8 de la tarde, puse cuatro lavadoras, una de negro, dos de blanco con las sábanas y una de color con toallas y otras prendas. Fregué el moho de la pared en el armario del hueco de la escalera, apartando la estantería de los zapatos, limpiando cada par. Barrí y regué el patio, sudando como una perra, quitando las múltiples mierdas de los gatos (están solos y enfadados y han decidido poner en marcha la rebelión de la mierda-torta, dentro y fuera de la casa). Recorté algunas hierbas que invadían las baldosas del patio. Me duché y saqué carne del congelador porque me acordé de que Jeta está en edad de crecimiento. Hice la comida y comimos un poco. Puse el lavavajillas y organicé un exterminio de hormigas, arañas y cucarachas, que con los últimos tiempos de obras en la calle y nuestra falta de dedicación- y hasta falta de presencia, para qué engañarnos- habían tomado el poder en diversos puntos de la casa. Cuando quité la estantería de los productos de limpieza había una manifestación de cucarachas con una pancarta que decía “La casa para quién la habita”. Lástima que no vayan a hacerse cargo de la hipoteca, si no, les habría perdonado la vida. Bajé a la cocina y empecé a limpiarla también a fondo, apartando la secadora y la lavadora para rascar la pintura vieja y repintar toda la esquina de cuando tuvimos filtraciones. Hice masilla de arreglar agujeros y grietas y la puse con espátula por todos los sitios de la casa donde habíamos rozado con un mueble o con los cuernos y donde las grietas se habían hecho patentes. Cuando terminé de rellenar la última, la primera estaba seca y me puse a repintar todos los parches: en la cocina con su color morado clarito y con el ocre pálido en el resto de la casa. Repinté el frontal de las escaleras, que lo teníamos lleno de tizonazos de los zapatos. Fregué las ventanas y la puerta de la cocina y la puerta del baño y les dí tratamiento de aceite con betún de judea y un poco de tinte terracota. A las cuatro y media de la mañana decidí sentarme a tomarme una cervecita Alhambra y fumarme un cigarro. Analicé mi estado físico y pensé “Joder con el chino”.

5 comentarios:

Perlita de Huelga dijo...

Joder, Gato.
Pásame el teléfono del chino milagroso, que tengo una variz que me aprieta el alma!

Chirly dijo...

Joé con Miyagui, regaladme uno para Reyes.

Perlita de Huelga dijo...

Yo te lo llevo metido en una caja de ensaimadas.

Chirly dijo...

gracias love, sabía que no me fallarías

Gato dijo...

Yo te doy el teléfono de Chan cuando tú quieras, Perli. Mary, el chino no se mueve de esta isla o te las verás conmigo. Te invito a venir pero no te lo lleves.

Guri, es que Taiwanés milagro no mola. total si tiene los ojos asín pa los laos, es chico y cabezoncillo... es un chino. Y chino milagro queda sonoro y chachi