El pequeño universo
En el mundo de ditas todas las cosas son sencillas y tienen una explicación. Cuando no sabe algo, deduce la respuesta. Y si no puede deducir inventa. El avance de las ciencias es similar: ante el desconocimiento, se hace una suposición, se da por cierta, y se sigue adelante.
Ditas maneja un montón de información y siempre saca un resultado práctico de ella.
- Mamá, ¿Dios nos está viendo ahora mismo?
- Sí, nos ve a todas horas.
- Ah, claro, porque hay muchos, ¿no?
- No, para los cristianos solo hay uno, y el nos ve aunque estemos en la otra punta del mundo, lejos, lejos.
- ... ¿Es porque toma mucha zanahoria?
Eso es el efecto perverso de alabar las propiedades de las verduras...
A veces construye palabros al libre albedrío, y le salen cosas como que le encantan las cochinitas -bicho bola, para los que no las conozcan por cochinillas- "menos las envenenosas". O el día que me derritió el corazón:
- Mami... soy más feliz contigo que sintigo.
También está el mundo de las exclamaciones no soeces:
- ¡Cónchile!
- Ditas, ¿éso quién te lo ha enseñado?
- Nadie. Yo sola.
- ¡Pero si pareces una pueblerina... no digas cónchile!
- ¡Ostris!
- ¿Otra nueva?
- Como me has dicho que no diga cónchile...
Los animales desafían las leyes de la naturaleza en sus manos. Como el día en que yo limpiaba y me instaba a mirar su juego:
- Mira mami, había un koala volaaaando, volaaaando, fiiiu, fiiiiuuu...
- ¡Ditas, los koalas no vuelan; como mucho saltará!
- ¡Que nooooo, que sí que vueeeela!
- Vale, era un koala volador.
- Pues iba volaaaaando, volaaaando... y se encontró con un oso que hizo poooof, mira.
Me giro. Miro las marionetas. La miro a ella:
- Ditas, éso no es un koala, ¡es un murciélago!
- Aaahhh, claro...! Pues mira, iba un murciélago volaaaando, volaaaaando, fiiiu fiiiiiiu...!
Y qué más daría si lo importante era el castañazo que se metían...
Pero lo que me deja helada a menudo es su pragmatismo y su capacidad de lógica. Como un día en que la llama su primita por teléfono:
- ¡Hola Ditas! ¿Qué haces?
- Pues aquí, hablando por teléfono contigo...
O aquella ocasión en que no queríamos cocinar.
- ¿Ésto qué es?
- Son palillos chinos. Ésto lo cogen los chinos así, y se comen el arroz, ¿a que es chulo?
- Pero... ¿para qué los quieres? ¡Si nosotros no somos chinos!
Eeeerrr... nop. Y a ver quién contesta un argumento tan aplastante...