Lamento haberos tenido desinformados estos dos días, pero es que el gato no está informatizado en casa y esta mañana estaba en un curso de APPCC ( mu bonito, mu interesante; ya os hablaré de la contaminación fecal-oral en otro momento). Así que ahora mismito he podido comprobar la expectación generada por Akira; le presentaré vuestros respetos.
Akira ha sido madre de cuatro gatitos. Como a cualquier preñada, la precipitó al parto la luna llena que venía el sábado. Tuvimos suerte, porque mi hermana la enfermera estaba pasando esos días aquí y a las dos de la tarde del viernes llegó a la casa y se preocupó al no encontrarla. Como suelen hacer las gatas parturientas, se escondió donde mejor le pareció (detrás de unas bateas de trastos y ropa que hay bajo la litera alta de la hija de Jota) y mi hermana Tele la encontró después de un buen rato porque uno de los cachorrillos lloró. Había cuatro, dos blancos y dos negros, pero uno de los blancos estaba muerto, en su bolsita: estaba frío, así que Akira, inexperta, no debía haber sabido cómo sacarlo de su bolsita y murió al nacer. Tele la metió en su cesta, junto a los cachorritos, y la palpó para ver si le quedaba alguno por parir. Tenía dos bultos enormes como los gatitos en el abdomen, así que esperó. Pero pasó más de una hora y no parió ninguno. Entonces me llamó para contármelo y fué cuando decidí que a las 5 me escaqueaba del trabajo y ya resolvería lo pendiente en sábado. Me acordé de Luna, una gatita de carácter parecido al de Akira, a la que nos envenenaron (pero como dice Ende, esta es otra historia y debe ser contada en otra ocasión) y no me dió la gana de dejar morir a Akira por cumplir con mi trabajo precisamente esa tarde. Con Luna lloré un mes entero cada vez que llegaba a casa, y con Akira hubiera sido peor todavía por el sentimiento de culpa...
Cuando llegué a casa la ví con sus dos ratoncillos negros y el blanco -ajedrez de pelo- y con su carita de placidez me tranquilizó un poco; pero le palpé la barriga y pensé que tenía dos cachorritos muertos que le tendríamos que sacar o moriría. Nos fuimos a Inca en el coche para buscar al veterinario, y cuando por fin la miraron me dijeron que no tenía más cachorritos; lo que tenía era una mastitis de caballo.
Imagináos: tenía las dos tetas inferiores como dos cachorros, a cuarenta grados, doliéndole. Me indicó que le diera calcio y le pusiera hielo para deshincharlas, y que los gatitos se las descargarían. ¡¡Pobrecilla!! Al día siguiente hablé con mi hermana Oña y me dijo que la mastitis duele que te cagas, porque ella la sufrió en sus carnes y lo pasó muy mal.
El sábado, pese al hielo, las tetas no bajaban y los bebés no las tocaban... Tiene los pezones más duros y pequeños. Al final decidí que había que ayudarla. Primero probé con una botella de ciclista, para sacarle leche. No funcionó. Después opté por una pieza de bolígrafo, succionando yo. Me estaba poniendo los labios morados y no conseguía nada, mientras Jota me miraba como si estuviese sonada. Al final opté por el método vaca: la ordeñé. Apretando suavemente logré sacar las primeras gotas y poco a poco fuí consiguiendo descargarla un poco. Akira me miraba entornando los ojos mientras apretaba: ¡cómo tenía que dolerle, y cómo aguantaba la tía...!. La leche olía fuerte (tantas horas, y tan caliente, le debía de haber fermentado) así que por eso los gatitos pasaban de comer. A lo largo del sábado y el domingo la he estado ordeñando más, y poniéndole hielo después... y ha mejorado bastante.
Mientras tanto, también me preocupaba la gatita. Jota quiere que se llame Luna y que nos la quedemos, pero yo no sé si le traerá mala suerte el nombre.
La hembra nació más chiquita, duerme mucho y come poco. Mientras los machos, blanco y negro, se gritan y pelean por una teta - son muy cómicos, tan torpes, dándose zarpazos a ciegas con gemidos de fastidio-, a ésta le daban media manotada y caía para atrás, despanzurrada, sin hacer ni "míu". Pero es que la ponías en una teta y se dormía. "Pero nena, ¿que no sabes que el que no llora no mama? ¡Espabila, coño!". Al final la tuve que hacer mamar, despertándola todo el rato, echando a los dos hermanos "tú fuera que estás más gordo", durante dos tomas. Jota me decía que no me preocupase, que algunos niños duermen más y comen menos. Pero yo creo que dormía porque andaba demasiado débil para pelear por un pezón. Después de esas dos tomas en las que me cercioré de que se ponía puja, ha empezado a maullar, tiene fuerza para engancharse a las tetas e incluso se ha peleado con un hermano. Ni que decir tiene que ha perdido en la pelea, pero al menos ya protesta.
Al macho negro aún lo tengo que catalogar. Y del macho blanco afirmo desde ahora, que va a ser un pedazo de capullo. Jota le llama "El listo".
Ni estoy informatizada ni tengo cámara digital (ya sé que soy rara), pero me las apañaré para enseñaros a Akira y sus tres melindres en cuanto pueda...