Retales: Ocres
Otro estampado, en ocres... éste irá precioso en contraste con el azulón grisáceo y el rojo... mmmhh... hilvanemos... ¡y qué le vamos a hacer! Si no vale discutir... las cositas del querer de la vida son así.
Los ocres de las manos del Abu. Aquella piel morena y manchada, pegada a los huesos de un cuerpo castigado... pero escudo infalible para los ojos. Escudo que usaba cuando no quería mirar, como con las inyecciones, y también cuando no quería ser visto. Cuando se enfadaba, apoyaba el codo en el brazo del sillón, y desplazando el cuerpo hacia ése lado, ocultaba la mirada tras la mano. Pero entreabría los dedos para espiar con el rabillo del ojo. Esa treta la conocían todos, así que cuando le encontraban la pupila y se sentía delatado, movía los dedos y cambiaba la apertura, y el juego del espía volvía a empezar.
El enfado no sólo le aportaba la visión de rayos X a través de sus manos, sino que minoraba su sordera. Porque se estaba quedando sordo. Ella recuerda una nochebuena, en aquella mesa larga familiar, y el Abu presidiéndola. Se había hecho un corte en un dedo, partiendo pan con el cuchillo en vilo, mientras ella miraba. Pero no se dio cuenta. La sangre empezó a gotear sobre su plato...
- A... Abu... te has cortado...
El Abu, con el ruido ambiente y la sordera, ni se enteró.
- ¡¡Abu, que te has cortado!!
La cena continuaba sin más incidencia que la sangre de la mano del Abu vertiéndose sobre su comida, y ella gritó aún más
- ¡¡ABUELO, EL DEDO!! - y al fin, poniéndose de rodillas en el banco para ganar entidad entre las cabezas de sus hermanos -¡¡¡ Mamá, que el Abu se ha cortado!!!
El Abu no se había enterado de nada.
Pero éso sí, si sus dos hijas susurraban algo entre ellas a cuatro metros de distancia cuando él estaba enfadado, podían escucharle decir:
- ¡¡Que os creéis, os estoy oyendo!!
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