domingo, 1 de noviembre de 2009

Retales: las flores

Hilvanó el pedazo estampado de flores de colores vivos al retal rojo. Los colocó frente a la aguja, y usando la rueda con la mano, introdujo la aguja uniendo los dos pedazos. Frap-frap, frap-frap... Cuando, de pequeña, miraba sus fotos de joven, creía que aquel no era su abuelo. Era un hombretón alto, recio y bien parecido. Vestía galantemente con traje de chaqueta, capa y sombrero; como recién salido de una novela de Juan Valera. Tenía los ojos grandes, azules y expresivos, la nariz larga y grande, apropiada para sus rasgos también grandes y los labios generosos, con el corazón pronunciado. Ese corazón en los labios que ella no vio sino en foto, porque el Abu ya llevaba dentadura postiza en sus primeros recuerdos.

Aquel mocetón había sido la ilusión y la codicia de casaderas y viuditas del pueblo durante muchos años. Y se conoce que él debió dejarse querer , que no amarrar, bastante.

A ella le da risa imaginarse a esas caza-maridos en la misa del domingo, con sus mantillas negras sobre la cabeza y hombros- como Dios manda- y sus misales de gala en las manos. Entre salmo y salmo, sacarían la vista del librito con disimulo para mirar cual serpientes: la primera despechada a la segunda, la segunda a la tercera y así sucesivamente. Qué sorpresa no habrían de llevarse todas a un tiempo cuando el boticario, después de un mes de viaje de placer en Madrid, volvió enamorado y casado con una chiquita veinte años más joven que él y más bonita que un sol. La Yaya.

4 comentarios:

criaturilla dijo...

que bonita historia!
Me gusta el modo en que la cuentas...muy dulce.

Antígona dijo...

Leo ahora tu anterior "retales" y éste. Me parece un estupendo motivo, éste de los retales, para ir hilvanando una historia como quien va cosiendo fragmentos, retazos de recuerdos.

Es increíble cómo nos cuesta tanto imaginar jóvenes y lozanos a quienes sólo hemos conocido en la decrepitud. De pequeña, recuerdo, sencillamente no daba crédito al hecho de que mi abuela también hubiera sido joven. Incluso viendo sus fotos de joven me parecía que estaba viendo el rostro de una persona ya mayor. La imagen familar de su rostro envejecido acababa, supongo, desfigurando sus rasgos juveniles.

Espero que poco a poco se vaya completando el puzzle, y lleguemos a saber del porqué de los cubos de sangre y las muletas.

Un beso!

Petulandcia dijo...

Pues sí, hay pirados que esperamos a leerte. :-))

Gato dijo...

Criaturilla, me alegro de que te guste.

Antígona, si coses con una máquina de pedal alguna vez, verás cómo mola. Eso inspira a cualquiera. Y lo de la sangre no tiene más explicación que las caidas accidentales, de su falta de movilidad por la osteoporosis...

Petu, ¡¡Pirada!! ;D