martes, 29 de septiembre de 2009

El tío mágico


Todo niño debería tener uno. Nosotros tuvimos al Tío Ramón, que molaba mil. Era mágico porque sabía hacer magia, porque viajaba a Japón y traía maravillas de la técnica antes de que en occidente supiéramos que éso se podía fabricar, porque sabía japonés y en su despacho podías ver folios escritos como en los manuales de instrucciones de los aparatos electrónicos más chachis, y él sabía leerlos.

El Tito Ramón era mágico, sobre todo, porque le gustaba hacer magia para los niños. Porque siendo un tipo hiperactivo, empresario y político, siempre encontraba un momento para jugar. Tenía una casa enorme, con pista de tenis y piscina. En cuanto llegaba el buen tiempo la llenaba, y avisaba a mis padres:

- Que ya está llena la piscina, que ya pueden venir los niños a bañarse.

E irse allí molaba mucho. Porque había más niños, y la piscina tenía trampolín y colchonetas y flotadores para elegir, y había un billar y un futbolín combado en el que las pelotas siempre se iban al medio, a los pies de uno de los equipos, y una máquina de coches de los recreativos... y teníamos permiso para jugar a todo.

Inventó la discriminación positiva. En casa del tito Ramón era obligatorio que los niños dejasen jugar a las niñas en todos sus juegos, y como argumentaba, "las niñas son el sexo débil" tenían que tener normas que nos favorecieran. Hacíamos equipos de fútbol para jugar en la pista de tenis (qué bonita forma de echarnos las rodillas abajo teníamos allí...) y el tío Ramón siempre iba con las niñas y arbitraba a la vez, "porque yo soy más alto y lo veo TODO". Así que nuestra portería era más pequeña, y si por ejemplo mi hermana Pan (entonces un chupachups, una niña chiquinina con un cabezón gordo) tocaba la pelota con la mano, los niños gritaban:

- ¡¡¡MANO!!! ¡¡¡MANO!!!

Y el tito Ramón decía descojonado:

- ¡¡YO NO HE VISTO NADA!! No ha sido mano. Hale, a seguir.

El resultado es que las niñas siempre ganaban... ¡y los niños acababan más mosqueados...!!

En su casa, el tío Ramón tenía un despacho, y tras él, la habitación mágica. Era una extensión del propio despacho, pero ahí guardaba mucho de sus trucos de magia. Supimos que de ahí ganaba todo su dinero, porque tenía un truco por el que convertía un duro en cinco. Y nos explicó que cada noche se ponía un rato a hacer, y así se convirtió en rico. También tenía un loro que repetía cuanto decíamos cuando esas cosas no estaban ni en las tiendas.

Pero no sólo era mágico: era un bromista empedernido. Tenía un brazo de silicona vestido de chaqueta y puño de camisa blanca, que usaba para ponerse en el abrigo, saludar, y soltar en la mano del que le saludaba. Otro día tuvo la idea de atraparlo saliendo del maletero. Y se hizo un viaje de Madrid al pueblo, de 5 horas, con un brazo colgando de su maletero.

También les tomaba el pelo a quienes trabajaban con él. Le pirraban los caracoles, así que cogió una olla que Manuela, la cocinera, había dejado preparada, y se la comió. Eso sí, volvió a dejar todas las conchas de caracoles vacías dentro de la olla. Y Manuela los sacó muy orgullosa en la comida.

Al cuarto caracol vacío, la mujer del tito Ramón le miró indignada:

- ¡¡¡RAMÓN!!!

También había una mujercina viejísima que supuestamente cosía. Debía de haber cosido antes, porque la pobre estaba completamente ciega, pero seguía viviendo con ellos, e iba tanteando por la casa y se estaba sentadita durante horas mirando al infinito mientras nosotros potreábamos. El tío Ramón también le gastaba bromas, pero la más pesada que recuerdo fué tirar una bomba fétida en la cocina y cerrar la puerta, haciéndonos sujetar el pomo porque él estaba descojonado, para que Luisa se tragara toda la peste.

Era un personaje fascinante y divertido, y para que no se me olvide llevo una marca en la cabeza de uno de sus juegos (es poco: más de uno se partió un brazo o una pierna estando con él). Resulta que a veces el tío Ramón hacía un juego super chachi: escondía billetes de veinte duros por todo el jardín y luego soltaba a los niños para que los encontrasen. El que los encontraba, se los quedaba.

Esto sí que nos parecía mágico...

El caso es que salíamos de nuestro encierro como los toros de los Sanfermines. Los billetes estaban escondidos en sitios extrañísimos: dentro de una naranja, rajada, en su árbol; en una pompa de pintura, en el encalado de la pared; en un agujero de un ladrillo, pegado bajo la mesa de la piscina... Y en una de aquellas, yo ví un billete doblado bajo unos rosales. El problema es que yo lo miré, y haciendo un triángulo equilátero estaba mi hermano mayor, Gonso, mirando los mismos veinte duros. Nos miramos entre nosotros y detecté en una micra de segundo un brillo malicioso en sus ojos... y los dos corrimos al rosal. Él se llevó los veinte duros, y yo una raja en la cabeza que me dejó sin bañarme en la piscina por lo menos diez días.

Así que cerca del flequillo tengo una cicatriz blanca, sin pelo, de un rosal traidor del tío Ramón. Y cada vez que me la veo me acuerdo de cuánta diversión nos dió.

Hace un par de meses mis padres volvieron al pueblo en que nací, para el entierro de un amigo. El tío Ramón estaba allí. Y en la iglesia, en voz baja, se les acercó y les dijo:

- Que ya tengo llena la piscina, que pueden venir los niños a bañarse.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente precioso.

Anónimo dijo...

Ha conseguido que, pasen los años que pasen, nunca nos olvidemos de lo genial que es...

mjjulieta dijo...

y tú... por qué me haces llorar??
magia!!
ta luego, gatito.

Gato dijo...

Vincent, es que así es él...

Anónimo... ¿HACHA? ¡¡Tu cuenta, leñes!!

Mjjulieta, mujer no te me pongas así. Ojalá las cosas fueran así de mágicas como cuando niños para siempre...

Raul Vivar dijo...

gracias por este regalo, gato. Ha sido una manera preciosa de empezar el día.

Jelen dijo...

Gato es precioso...

Rebilated dijo...

En mi barrio había un tipo parecido, se llamaba Jerónimo, pero como no era rico en vez de billetacos nos dejaba caramelos (sin aditivos, que era un tipo majo), eso sí, era bastante menos mágico que el tio Ramón, según veo :D

Anónimo dijo...

Jajajaja!!!
Esto lo recordamos hace unos días y se me pone cara de tonta cuando me acuerdo de tantas y tantas cosas! Por cierto, yo no tocaba la pelota con la mano!! la cogía porque si no los niños me la quitaban!!! jajaja! eso pasaba unas veinte veces en cada partido. Pobrecitos!
Por eso allí eramos tan felices, siempre ganabamos al fútbol, nos daba veinte duros y unos bocadillos de nocilla ... uhmmmmmm!! cuando en casa no entraba la nocilla na más que pa los cumpleaños! y la horchata o la granizada en verano ....aaayyyy que tiempos.
Que de guantás nos habremos pegao, cuando al salir del baño de la piscina nos encontrabamos con aquella cinta andadora, y to valientes y empapadas, empezabamos a correr! jajaja
Este Peter Pan ha conseguido que pasen los años que pasen, nunca lo olvidemos!
Smuackkk!!

Pan

Anónimo dijo...

Soy Hacha. Tengo clave para Hotmail, para las tarjetas de crédito, para Facebook, para Tuenti, para Livemocha, para Administrativos.com y para Fundación Tripartita entre otros. Me paso la clave por el forro. No me acuerdo. Mándamela tú que estás en paro, ñaj, ñaj...

Gato dijo...

Raúl, Jelen, el regalo es del tío Ramón... pero bienvenidos.

Rebi, la versión de Jerónimo también mola. Los abuelos comunitarios son maravillosos.

Pan, es que tú eras muy de manos. He dicho "por ejemplo" por decir, porque tú tocabas la pelota siempre, jajajajaj!! Y la nevera antigua llena de fantas y de cocacolas, ¿Eh?

Hacha... no la he cambiado. Es tan simple que da vergüenza. Deberías acordarte de ella, petardaca. Pero te la enviaré al hotmail, y ¡¡¡a ver si la usas!!!

Miss Chain dijo...

simplemente entrañable