Los gitanos y los gatos.

Creemos que se trata de piropos, aunque quizá sea más bien un ensalzamiento de su propia brutalidad. El caso es que las mujeres de la familia gato y los gitanos tenemos un no sé qué que qué sé yo que yo qué sé. Mi hermana Hacha ayer me hizo recordar este bonito episodio:

Iba yo andando por un bonito puente de Granada, cuando llevaba a la familia de gitanos domingueros en la capital, al lado y ligeramente atrás. El hijo era un mostrenco de 14 años, metro sesenta y cinco de alto y ciento veinte kilos de castigo al suelo. Iba hablando con el patriarca, y la mujer y otros churumbeles iban detrás.

- Paaapa, miiiiira, que yo quiero ir al Mardooona a comemme una burguesa de las graaandes.

- Niño, ¿Tú quieres carne? Tú lo que tienes que hacer es buscarte una mujer con el culo gordo como esssa, que te dé alegriiiíaaa.

No había más mujer que yo en los alrededores. Su puta madre.

Pues este bonito recuerdo lo trajo a la superficie de este estanque lleno de verdín que es mi cabeza mi hermana Hacha, que también está muy contenta con los machos de la etnia. Me contó que uno, desde la flagoneta, le había dicho:

- ¡¡¡Niiiiiñaaaaa, que con menos culo tambieeén se caaaga!!!

Nos quedan cinco mujeres en la familia a las que preguntar, aprovechando las reuniones en las fechas, qué tal ellas con los gitanos. Porque yo creo que nos tienen manía.