La flor de la noche, pa quién la merece
Ya he contado que el jueves estuve en Son Vida. Pero no lo he contado con el detalle que se merece. Menos mal que iba preparada, vestida de neoejecutiva, y al menos dentro nadie me miraba raro. Eso sí, aparcando no se podía localizar en el parkins un coche más cutre que el mío...
Tres personas (¡¡¡TRES!!!) estaban en la puerta para recibir al que entrase. Con estos tres llevamos una recepción de un hotel pequeño en mi compañía. Me indican "al fondo del vestíbulo hay una escalera y al llegar abajo verá la recepción de la sala en que se celebra el evento". Es que una charla comercial adornada por un consultor de recursos humanos, en Son Vida se convierte en un evento, dónde va a parar.
Llegué puntual (como pocas veces en mi vida) y tuve que esperar más de media hora en el jardín. Cada puñetera farola, cada hamaca con colchoneta, cada mesita... debía de costar más que todos los muebles de mi cocina. Había poquísimos clientes; yo pensé en la viabilidad económica del negocio y deduje que los pocos que había, pagaban tanta pasta que sostenían todo el hotel. Y en realidad pagaban por mucho más de lo que percibían como servicio, de hecho: pagan el bien de lujo. La exclusividad de ser los pocos que pueden pagar una barbaridad por nada.
Por fin nos llamaron para empezar. Las cortinas se cerraron automáticamente y recordé una teoría previa que yo sostenía acerca de esos saraos.
Leyes del café gratis:
Una, la calidad del desayuno (perdón, coffee break) suele ser directamente proporcional a la púa que le quieren meter a la empresa con lo que le están vendiendo.
Dos, la calidad del susodicho suele ser inversamente proporcional al interés fáctico de la charla.
En este caso, la segunda ley se confirmó por la excepción: la parte de la charla que nos dió Claire Renaud fue muy interesante, aunque condensada. Versaba acerca de la evaluación del desempeño y la remuneración variable. Dicho de otro modo: ¿Podemos instaurar un sistema en el que midamos el rendimiento de los trabajadores y les paguemos a razón del mismo?
Yo encuentro que es justo que cobre más el que más se lo sude, pero esta es una medida que se ha de implantar con mucha cautela. Por ejemplo, ¿Qué pensaríais vosotros si mañana al llegar al curro os dieran un papel para que os evaluáseis en vuestro trabajo?
A ver, no es tan sencillo como esto. Para empezar cada puesto tiene que estar descrito con sus funciones y competencias (en lugar de llegar a una empresa rollo búscate la vida, uno se encuentra con un texto que le dice básicamente "esto es lo que esperamos de tí") . Después se ha de tutorizar al trabajador, y la evaluación sirve para establecer puntos de mejora y potenciales candidatos para ascender. Se puede hacer de arriba a abajo (jefes evalúan a empleados), en horizontal (compañeros evalúan), de abajo a arriba (trabajadores evalúan a jefes. Cuidadín cuidadín, jejej) y autoevaluación.
¿Y si además proponemos que haya un variable en el sueldo que se cobre a razón del rendimiento?
A mí me parece una herramienta buenísima, pero... hay que hacer un trabajo previo BRUTAL. Si lo que quieres es hacerlo bien, claro. En mi organización hoy por hoy es impensable, pero en un futuro me gustaría ir encauzándolo como proyecto. Así que os lanzo la pregunta de nuevo: ¿qué os parecería si vuestra empresa hiciera evaluación del desempeño? ¿Os cagaríais en el departamento de recursos humanos?
13 comentarios:
Y, por ejemplo, ¿cómo se fijaría el cumplimiento de objetivos del director general? Eso por no hablar de los de recursos humanos y los de nóminas, que las iban a pasar algo putas...
Yo defiendo el derecho inalienable del trabajador a intentar rascarse las pelotas todo lo posible en el desempeño de sus funciones.
Ya digo, Zagloso, que para hacer esto bien hay que hacer mucho trabajo previo: se lo tiene que creer gerencia y se lo tienen que creer los trabajadores. Usualmente desde gerencia se entiende que se ha de evaluar el trabajo de la base, pero lo que más cambios puede dar a productividad es justamente evaluar a los cargos altos. Y usar el provecho con efecto multiplicador -cada jefe con sus subordinados-.
Si se hace bien, todo el mundo es puesto en la picota... Y los primeros, justamente, los de cargos de más responsabilidad (no autoridad vacía: responsabilidad). El que más cobra, más tiene que rendir cuentas, ¿no?
¿Nunca os habéis cabreado porque alguien que -como dice Jota- no sirve ni para esconderse esté ganando el mismo o mayor sueldo que vosotros?
Es un poco peligroso el sistema que usted propone ¿No?. Se presta a "Caciquismo". Y es, por lo demás, un poco elitista. En mi opinión (a menudo equivocada) la única persona en disposición de marcar "objetivos de empresa" debería ser el trabajador, porque cuando uno ama su trabajo (En el caso de que sea vocacional) suele competir consigo mismo y sus intereses son comunes a los de dicha empresa. Sin embargo, es a todas voces conocido el hecho de que son las mismas empresas las que favorecen ese ambiente de competitividad (por lo demás malsano), pues muchas piensan que de las "treinta monedas" de "Judaspuesto" saldrá la productividad de la que usted habla, cuando lo único que provocan son bajas.
Con respecto a lo de cómo determinar la valía de un empleado para un puesto... ahí lo tengo muy claro, lo único que no se tiene en cuenta, que realmente ame su oficio y quiera ejercerlo, si luego se equivoca, ¡Ah amigo! ¿Y quién no lo hace? lo que es seguro es que éste al que me refiero, tratará de averiguar porqué se equivocó y dónde lo hizo, para corregirlo...
(Hace mucho calor en Mallorca, ¡Que no trabaje nadie diablos! ¡Propongo un año de "todos al paro" mundial!. Eso, o la piratería...)
Un saludo,
Fhinn Siete Sables
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Señor Fhinn, ¿quién dijo que fuera fácil? El sistema tiene que tener una base ética de la hostia. Y ni que decir tiene que el trabajador debe participar en la elaboración de sus objetivos de mejora... ¡es lógico! Pero no olvidemos que cuatro ojos ven mejor que dos (no valen gafas pasta, Anómalo) y que todos necesitamos de perspectiva.
Además, supongo que asusta la desvirtuación del sistema; que es un riesgo alto cuando la evaluación se usa no como información y punto de partida de mejora, sino como apoyo documental a despidos (es verídico, se ha usado en juicios), como castigo social en la oficina, o para instaurar un orden poco menos que taylorista. Lo delicado es que hacerlo es terriblemente complejo, ha de llevarse con mucha cautela y repito: ÉTICA Y SENTIDO COMÚN.
Y rascarnos la barriga en el trabajo, es hasta sano en un periodo post traumático (después de un pico de trabajo), en un café con los compañeros, en momentos personales puntuales... es normal. Lo que no es justo es que haya quien se toque los huevos de manera crónica: insulta a los compañeros...
Soy demasiado glamourosa para entender este complcado debate, es too orweliano for me. El trauma post-vacacional me está dejando agotada, soy carne de trankimazín
Te tengo dicho que no pienses tanto. No puedo leerte, querida, estoy masacrando spam (supera con creces el millar), pero pienso tomarme mi tiempo cuando tenga un hueco.
Por cierto, estoy de acuerdo con Zagloso. Yo también quiero rascarme los genitales.
Gato... ¿qué te pasa, mujer de mi vida, que no nos dedicas ni unas lineas?
Gato, aimisyuuuuuuu......!
Queremos un post gatuno ya¡¡¡
Lo de rascarse las pelotas es en el trabajo, no en el blog. Gato nos ha abandonado; mis, mis, mis.
A mí ya me tiene preocupada... Es que la llamo y no hacem ás que salirme el maestro Yoda diciendo mamarrachadas!
Mi vida está gris sin tus post, con lo que tú me alegras las mañanas con tu prosa gatuna...vuelve¡¡
¡¡¡Perdónperdónperdón!!! Tenía ganas de veros pero no había manera...
Miaaaauuummuuuuaackkk!
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