lunes, 2 de diciembre de 2013

Epifanía

Las verdades más profundas sobre tí mismo te llegan de la manera más estúpida. A mí me pasó abriendo la puerta del armario del desayuno.

Pero ahí estaba mi verdad. Algo que justo en aquel momento, con  mis legañas de recién levantada, no recordaba haber hecho, me dio una bofetada de felicidad instantánea y me descubrí una sonrisa de las que duele en la cara y todo. Como que los músculos de las mejillas no están acostumbrados a ese estiramiento del moflete hacia atrás, y menos con el entumecimiento post despertar.

¿Qué podía arrancarme semejante sonrisa recién levantada? Y conste que desistí del mal humor matutino hace tiempo y decidí que no iba a despertarme enfadada. Pero de ahí a sonreír... ojo, hay un trecho.

Pues os diré qué fue. Fueron.

Rosquillas.

El día anterior había comprado con hambre. Todo el mundo lo sabe, no hay que ir a comprar con hambre porque entonces compras patatas fritas, mardalenas, cheetos, bombones, helado, queso untable, donuts y toda la mierda engordosa que una debe evitar tener como fondo de nevera si no quiere acabar como la madre de Gilbert Grape.

Pero yo compré con hambre, y compré rosquillas, y al día siguiente al despertarme no me acordaba, pero las rosquillas estaban ahí y me hicieron profundamente feliz. Y aquí vino la epifanía... puede que no me convierta en una vieja rodeada de gatos -que a veces intento mentalizarme y visualizarme para aceptar ese futuro probable-... pero está clarísimo que voy a ser una vieja gorda.

¡¡La comida me da felicidad!! Que yo soy como Esaú, que quedó como el tonto de la historia, pero que si a mí me ofrecen un plato de lentejas un día con hambre... a tomar por culo todo.

Y he aquí una de esas verdades que llegan a tu vida para no marcharse, sin necesidad de bola de cristal ni nada de éso. Soy una gorda, ahora de corazón, y físicamente en potencia... pero seré una gorda completa en acto con el devenir de los años.

Y digo ésto y añado que, desde la epifanía de las rosquillas, han entrado en mi despensa tres paquetes galletas príncipe y voy por la mitad del segundo panetone. A dos de diciembre.

ALERTA ROJA.


3 comentarios:

Misia dijo...

Aaay, cómo te entiendo.

Speedygirl dijo...

Estooooo, no, no, a mi eso no me suena de nada, pero de na-da. Ejem... jajajaja

Gato dijo...

¡¡Ay, queridas!! Y que haya quién no nos entienda...

En fin, haré un pacto con mi estómago para que me aguante hasta enero. Ya si éso lo dejo descansar un poco después... XD