sábado, 26 de febrero de 2011

Invasión en la capital

A veces odio a personas a las que ni siquiera conozco. Me pasa cuando me siento invadida y mi esfera personal es violada sin miramientos; entonces me viene un no sé qué primitivo desde la boca del estómago que sube como un ardor de estómago y acaba saliendo como rayos destructores de almas a través de mis ojos.

En el metro sucede a menudo.

Estoy leyendo, esperando al tren en el que tengo que viajar sólo a la siguiente estación. El tren llega. Las puertas se abren y me coloco con mi libro en la mano derecha, agarrada con la izquierda a la barra junto a la entrada. Un adolescente entra y se coloca entre la puerta y yo, poseído del cansancio aplastante de la pubertad, empujando con su cuerpo mi libro y colocando su zapatilla de deporte mastodóntica entre mis zapatos. El resto del vagón está medio vacío, sus amigos le llaman desde los asientos y él les grita:

- ¿PARA QUÉ? ¡ES SÓLO UNA PARADA!

Acaba de joderme la entrada en el día con su vozarrón incontrolado, con su cuerpo indolente invadiendo - sin necesidad- el escaso medio metro cuadrado en que yo había dispuesto estar los próximos cinco minutos. Encima el tren no cierra las puertas y no acaba emprender la marcha, así que observo al niñato, acordándome de Misia y su excursiones con los chavales y pensando cuánto la admiro. Porque al que tengo delante yo le daría una colleja de escándalo, así que desecho definitivamente la posibilidad que nunca barajé de opositar a profesor de secundaria.

Me bajo del tren y cruzo los tornos para ir a esperar al siguiente. Me siento en un banco. Abro mi libro. Una señora se sienta a mi lado. Revuelve entre sus bolsas haciendo ruido y cuando se cansa, empieza a mirar a la gente. Como soy más alta que ella, se estira para mirar a través de mi cabeza en esa dirección. Entonces tose asquerosamente, y el aire caliente y húmedo, probablemente cargado de miasmas, me peina el lado de la cara. Me quedo petrificada, y ella, como si nada. Entonces levanto la mirada del libro para posarle los ojos a ella, cagándome íntimamente en su falta de costumbre de taparse la boca.

Y en ese momento, un poco tarde, la muy imbécil se tapa la boca y dice muy bajito: "perdón". Ni siquiera le contesto. Levanto las cejas y vuelvo a mi libro.

Pero el record lo tiene una señora de hace un año. Un poco torpe con sus tacones, entrada en carnes, no se sabía mantener con los vaivenes del vagón en marcha. Es decir, se dejaba llevar con el brazo flexible hasta que este se estiraba del todo y entonces frenaba su movimiento. Así que entretanto, daba pequeños pasitos. Uno lo dió con su taconcito sobre el cuarto dedo de mi pie derecho. Con la puntera levantada, giró sobre el tacón hasta que grité. Me pidió perdón y le mentí, con la cara azul, "no se preocupe, no es nada".

Un mes después, tenía la uña negra y levantada. Hoy, un año después, la uña no vuelve a crecer bien, y tengo un churro de dedo. Así que cada vez que salgo de la ducha y me seco los pies, el dedo me duele levemente bajo la presión con la toalla y me acuerdo de la puta lerda que me lo trituró.

Odio a personas a las que ni siquiera conozco. Pero es probable que alguien a quien no conozca, me odie a mí, por abultar en esta ciudad llena de gente. Así que supongo que la humanidad y yo estamos en paz.

8 comentarios:

Speedygirl dijo...

Yo también odio a la humanidad a algunas horas del día, me sorprendeo a mí misma de tener el suficiente autocontrol para no liarme a leches con el eprsonal. Sie s que somos unas santas! XDDDDDDDDd

Piotor dijo...

En Mallorca estas cosas no pasan y si pasan se llevan mejor.

;)

mjjulieta dijo...

jo, gatito...
a mí una compi me empujó por bromear y me saltó una uña. eso me parece peor q un accidente, pero tiene perdón porque estábamos en plena edad del pavo.

lo peor se lo llevó una señora de mi pueblo q en su juventud se quedó pillada después de q en la calle le dieran un susto: de arreglarse todos los días pasó a no abrir la boca para nada.

mis condolencias, y te mando un poco de suerte.

Anónimo dijo...

Hola, igual te interesa

http://www.greenpeace.org/espana/Global/espana/report/Ofertas-trabajo/Director-a%20Dpto%20Servicios%20Generales.pdf

Beso

Scatha dijo...

Jo, cómo te entiendo gato... Llevo escasamente dos meses en la capital y ya he batido mi propio record de miradas fulminadoras... en el metro (con dos chavales leyendo mi libro por encima de mi hombro... uno a cada lado), en la calle (donde la gente va mirando al suelo y si te descuidas te enbisten), en las cafeterías (donde los camareros te perdonan la vida), en las tiendas (donde la peña se cuela alegremente)... ¡¡¿¿¿de dónde sale tanta gente por amor de diorrrr???!!
Besos y ánimos!

Perlita de Huelga dijo...

Madrid es la puerta del infierno. Por eso está tan concurrida.
Mejor en Palma, más solico, más aburrido, menos en agosto.

Gato dijo...

Jejej, soy una enfadica, me lo dice el Rebi. Pero es que él está habituado, no como yo, leches!!

Speedy, una colleja de Speedygirl no pasaría desapercibida? ¡¡Usa tus poderes!!

Piotor, Perli... ya sabéis que me duele la isla... perracos.

Mjjulieta, la edad del pavo duele porque sí, con y sin uñas saltadas... por cierto, que yo me salté una con un monopatín, pero fuí famosa por un día gracias a éso...

Anónimo, ya no estaba colgada cuando la miré, pero gracias... de momento voy a quedarme con Pata Palo y su banda mercenaria, que tengo cosas que arreglar. Y veamos cómo evolucionan.

Scatha, para mí el primer año fue terrible... luego empiezas a controlar las M30 y M40 y algunas líneas de metro y te sientes orgullosa y todo, ;)
Ánimo para tí también.

Corresponsal en Palma dijo...

jaja, q recuerdos tan inmundos me has traído... a mi lo que más asco me da es que la gente se vaya arreglando las uñas en el metro (he llegado a ver a alguno/a dándole al cortauñas), por no hablar de la invasión musical (los adolescentes que comparten su reagetton/chunda chunda con el resto del vagón)

Aún así, perli, reina, de puerta del infierno nada, no me jodas