Retales
Frenó los pies para detener el frap-frap del pedal, y silenció del todo la máquina de coser sujetando la correa de cuero con los dedos. Inclinó la cabeza suavemente, girándola hacia un lado, orientando el oído a sus espaldas. Ahí estaba. El sonido de la goma en el suelo y el metal de sus muletas, el suave paso con el zapato de suela de cuero y la arrastrada de la pierna con el zapato ortopédico.
Así le había quedado impreso en la memoria: muletas, paso, arrastrada. Muletas, paso, arrastrada.
Hubo un tiempo, después de su muerte, en que realmente creía oírle venir por el pasillo. Ahora, había buscado el silencio para rememorarlo por puro placer. Miró los retales que tenía ante sí. No eran muchos, pero juntos podrían formar una mantita con la que cubrirse en el sofá viendo la tele. O incluso una colcha. Eran retazos de la vida de su abuelo, que, quizá por cariño, le parecían merecedores de su empeño frente a la máquina.
Tomó entre los dedos el pedazo de raso rojo. El de los cubos de sangre. Era de noche. Había sonado un estrépito espantoso que la había despertado. Esperó. Al final, desobedeciendo la orden permanente de no abandonar la cama a esas horas, bajó descalza los peldaños de madera. Entre los barrotes de la escalera pudo verle, sentado en su sillón alto, con las piernas al descubierto, dos mujeres a sus pies limpiándole con gasas y dos cubos de sangre. Se asustó y se puso a llorar. En ese momento, su madre, aquella rubia divina cuyas piernas admiraba, dejó de afanarse en las heridas de su padre y exclamó alarmada:
- ¡Los niños! ¡Que no le vean los niños!
El abuelo la miró con una sonrisa triste, enternecido por el llanto desconsolado, mientras ella le hipaba a él, asustada de tanta sangre; hasta que alguien la levantó en volandas y la devolvió escalera arriba, a la cama de la que no debía haber salido. Mucho tiempo pensó que habían sido cubos de sangre auténtica lo que había visto, en lugar de contener el agua teñida de lavar sus heridas.
Aún tuvo otro accidente más. La osteoporosis le había dejado los huesos como el cristal, y aquella escalera cantarina, cuyos escalones poseían notas distintas como un piano de madera, se convirtió en una trampa. Y ya no volvió a subir sus peldaños.
[...]
8 comentarios:
Si es un cuento, está muy bien, da mal rollo, si no lo es, siento mucho haberte ofendido. Este tiene que ser el comment más arriesgado que he posteado nunca...
Es el principio de un cuento, Xisca, y aunque sea verdad no sé por qué me habría de ofender, :).
Hombre, es que si es una historia de tu familia en serio y resulta que da mal rollo, a lo mejor no era esa la intención. Pero nada, esperamos ese cuento :)
Sublime, si este es el principio estoy deseoso de la continuación. Bien narrado y conmovedor.
La verdad es que la sigo desde hace tiempo, aunque apenas comente. Pero este post no podía pasar sin que la felicitara.
Espero seguir leyéndola muuuucho tiempo.
acabo de leer un esbozo de realismo mágico. y ha sido chévere. y es que así es la realidad: hermosa y cruel a la vez.
Xisca, iré posteando todos los retales y verás que hay más colores... y tus opiniones serán bienvenidas. Éste es un tributo que llevaba años manuscrito y tenía el deber de terminarlo.
Motero, bienvenido (a la luz) y muchas gracias. Me asombra que haya pirados como tú esperando leerme, :P
Mjjulieta, las cosas mejor escritas no lo son por la destreza del autor... son las historias las poderosas. Entonces sólo se puede aspirar a hacerles justicia con las palabras.
Jo.Se me ha saltado la lagrimilla...Yo no lo recuerdo.Hacha.
PD/No estoy escarchada, es que soy monga, no consigo recordar mi contraseña!!
Bueno, ahora que te la he recordado yo (es tan monga como la dueña, juas juas) a ver si eres capaz de poner un comentario.
¡¡Ánimo, tú puedes!!
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