viernes, 7 de noviembre de 2008

El angel exterminador... pero al revés... o algo así...

Aparte del glamour que destilamos Gato y yo hay otra cosa en común: somos propensas a las situaciones ridículas. En mi nueva casa ya me conocen todos los vecinos:

Nueve de la mañana.
Bebé duerme. Me levanto con mis ojeras, pelos recogidos con mil horquillas, restos de pintura bajo los ojos y un camisón relavado y fino como el papel que tiene diez años. Aprovecho el fresquito para recoger los hierbajos del jardin.

Nueve y media.
La perra no deja de dar por saco intentando entrar en casa y al entornar la puerta se cierra del todo. ¡¡Mierda!! Con estas pintas, sin móvil, sin llaves y en la calle.

Diez menos cuarto.
Consigo abrir la cancela de fuera de la casa con una horquilla y salgo a buscar, ASÍ, a algún vecino. Unos panchitos están arreglando el tejado de la casa de enfrente y les explico sonriendo lo que me ha pasado para que me presten el móvil un momento. Me miran raro. Preferiría que se rieran de mí a que me miren raro, tengo que estar horrible. Como mi compañera de piso no coge el teléfono escribo un mensaje y me vuelvo al jardín, a limpiar. Y bebé dormida.

Diez y media.
Ni rastro de mi compañera, pero sí de una vecina que tiene su casa a un nivel superior a la nuestra y baldea con detergente su terraza. Y con el palo de la escoba quita el tope para que caiga TODO a mi jardín. Me resulta muy ridículo intentar discutir con una vieja llevando estas pintas, y más cuando se hace la que "no está allí y nunca ha estado ni ha tocado el tope". Así que trepo por la pared con mi camisón mientras refunfuño sobre los muertos de alguien y pongo el tubo. Ahora, además de ridícula, estoy empapada con agua sucia.

Once de la mañana.
Mi pelo está opaco, mi pintura más corrida todavía, la niña sigue acostada y decido llamar y llamar a la casa hasta que se despierte. Cuatro timbrazos largos y se oye "Poc!". Fundido. Y yo olisqueando por la ventana por si olía a quemado, y gritándole a ver si me oía.

Once y cuarto.
Pregunto a los panchitos si saben algo de mi amiga: "Ah, sí, ella llamó, pero le dije que ya había entrado". Lamadrequelosparió. La llamo de nuevo y por fin viene su tía con una copia de la llave. Subo los escalones de tres en tres para ver qué le pasa a mi niña: NADA. Que ese día, casualmente ese día, tenía más ganas de dormir que en el resto del año.

Y nada, después de aquello ya me conocen todos los vecinos. Adiós a hacerme la interesante.

6 comentarios:

Mary Lovecraft dijo...

joer qué sentimientos encontrados al leerte, no sabía si reir o llorar ¡pero qué nervios con la niña!

mira, menos mal que el susto quedó en nada así que por una vez y sin que sirva de precedente...¡que le den por culo al glamour!

beso!

Anónimo dijo...

¿panchitos? me parece un poco ofensivo aunque igual tú lo dices con amor

Hacha dijo...

Mary Lovecraft: me moría imaginando a bebé dentro sin encontrar a nadie, en el fondo me alegré de que ni se enterara.
Anónimo: tengo una amiga venezolana y no se ofende porque le diga panchita, si pretendiese despreciar habría dicho sudacas que es muuucho menos tierno.

Mary Lovecraft dijo...

Tienes razón niña, mejor así, que no se enterara de nada...

(y bueno, por lo de la palabrita en cuestión yo no la sentí ofensiva en absoluto, ¿como dirigir un apelativo ofensivo a alguien que te ayudó? no me cuadra, la verdad)

besote

Gato dijo...

Bueno, Hacha, nos parecemos en algunas cosas y en otras no... porque a la perra de la vecina yo la hubiera puesto a caldo...

De todos modos, quién quiere glamour cuando se puede tener esta clase de fama...

Vanessa dijo...

Madre de dios, qué stress más grande.