viernes, 2 de febrero de 2007

Encima de cornuda, apaleada

Hace muchos años, una mujer de Santa María -bonito pueblo de la geografía mallorquina- estaba cosiendo mientras su hijo gateaba sobre las baldosas hidráulicas de dibujos geométricos colores tierra y granate, asiéndose a sus piernas. Desde la puerta de la sala de estar, el marido le dijo, sin apenas mirarla, colocándose su abrigo:

- Voy a comprar tabaco.

Hacía un par de años que habían desaparecido las cartillas de racionamiento, justo cuando había nacido su hijo. El hombre no sabía cuál de las dos noticias le había alegrado más.

Y Maria Antonia esperó toda la noche, y el día siguiente, y la siguiente semana. Y el mes. Y el año. Y ni la policía, ni la guardia civil, ni ningún conocido ni pariente cercano o lejano le supo dar señas. Desaparecido. Sola.

En aquellos entonces, cuando se cumplían diez años de desaparición de un hombre, las autoridades le daban por muerto. Y como esposa de un muerto, la mujer tenía derecho a cobrar la pensión de viudedad.

Pues el individuo que se fue a comprar tabaco - debió de irlo a buscar en canoa a las plantaciones en el continente americano- volvió y celebró el décimo aniversario de su abandono presentándose en el Excelentísimo Ayuntamiento de Palma de Mallorca, para anunciar triunfalmente: "Hola, me llamo mengano de tal, con documento de identidad cual y vengo a decirles que estoy vivo".

Hay que ver...

7 comentarios:

Achab dijo...

Pero el tabaco era bueno bueno, ¿verdad?

Anónimo dijo...

Se conoce que era un poco hijoputa.

Gato dijo...

Achab, Mca, se conoce, se conoce...

querida_enemiga dijo...

El famoso "ahí te quedas"... y encima con mala leche. Qué cabrón el tío. Me he cabreado, mira.

Anómalo dijo...

Y luego te quejarás de la ley antitabaco...

Eva Luna dijo...

Lorena Bobbit, santa mujer....

Gato dijo...

Anda que si hacemos un repaso de lo que decía el código civil en la posguerra podemos flipar. Telita marinera.