Lo irremediable
Un gato estuvo bastantes años simultaneando estudios y cuidado de niños. Aquellas relaciones siempre procuraron momentos dignos. El siguiente es uno de ellos.
Kike era un niño de siete años, de carácter sociable y carcajada salvaje. Carlos, su hermano mayor, tenía catorce, y estaba en el momento de adolescencia total -ilustración: la coletilla que utilizaba ante cualquier situación, positiva o negativa, era "que aaaaaaaaasco"-.
Dos primos pequeños han venido a pasar unos días con Kike, y tienen que divertirse. Un gato prepara la cena, Carlos está tratando de ver una película con un colega en el salón y Kike y los primos entran a picarles. Carlos grita: "¡¡¡OS VOY A DAR UNA HOOOOOOOSTIAA!!!". Kike y los primos huyen muertos de la risa por el pasillo. La operación se repite como cinco veces. Entonces un gato sale de la cocina, con una patata en la mano y una puntilla en la otra y dice:
- ¡¡Kike!! ¡Al final te la va a dar, hombre!
Entonces Kike utiliza esa cara compungida que pone cuando tiene fiebre, con los ojos un poco melancólicos, y pestañeando mucho con languidez:
- Gato... si es que... no lo hacemos porque queremos... lo hacemos... porque nos aburrimos... porque si no... ¿¿¿Qué hacemos???
6 comentarios:
¡Que genio el guaje! ¡Da miedo! Mola Supergatonanny.
Ay, Zaglosín, un día os contaré que cagada hice con esa familia que me tuvo varios días sin dormir... de Super, regular.
Gatín, sea lo que sea, si te tuvo sin dormir es que eras Super.
Es una historia que termina en receta. La contaré, descuida.
Ese niño resume en sí mismo siglos de teatro griego. ¡Qué anagnórisis!
¿Alcanzó la catarsis?
Anómalo, ¿no cree usted que con una patata de kilo, sin pelar, en la boca podría expresarse mejor?
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